Es difícil entender que Jesús, aún sabiendo que Pedro, no sólo iba a negarlo, sino hasta maldecirlo (Mc. 14,71) hiciera de él la roca sobre la que su iglesia sería edificada; la fortaleza que necesitarían sus hermanos para combatir al enemigo y llevar el mensaje de salvación.
Jesús conocía el corazón de Pedro, al igual que conoce el corazón de todos nosotros. Sabía perfectamente que iba a fallar, que al darle la espalda iba a negar su nombre y que su determinación, que parecía tan fuerte, iba ser débil en algún momento. Jesús conocía su condición de pecador (nuestra condición de pecadores), pero lo más importante es que Jesús también sabía que Pedro se recuperaría, que ahí no terminaba su historia de discípulo, que había mucho más…
CRISTAL SOSA 2007-0572
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